
Estrofas marítimas
Por Jaime Serey
«La piedra feliz, monte a la roca más alta de la playa de la costanera de Valparaíso, desde donde mi abuelo por parte materna, Alejandro Pinto Smith, se lanzo un piquero que casi le cuesta la vida, enredado entre los huiros y los cochayuyos.»
Por Jaime Serey
«La piedra feliz, monte a la roca más alta de la playa de la costanera de Valparaíso, desde donde mi abuelo por parte materna, Alejandro Pinto Smith, se lanzo un piquero que casi le cuesta la vida, enredado entre los huiros y los cochayuyos.»
A bordo de un viejo barco de vida, que no es pequeño ni muy grande viajo sin destino atravesando los continentes jugando con el viento alegre, como cuando juego con mis dientes, con mi corazón y mi muerte.
Se elevo el alcatraz lo más alto en la luz, lo mas alto posible y desde allí desde esa cumbre conquistada se lanzo clavándose en el mar, que como un espejo alumbraba los peces y las algas marina.
Reminiscencias de un mar inquieto igual que en otros periodos saturando de suplicas las orillas los ínfimos granos de arena con su nostalgia y su yermo.
Yo asomo… con vida perpetuamente en el mismo crepúsculo, que tiene la religiosidad del mismo sol aparecido en la raya del horizonte.
Después, que una misma luna, nace dando gemidos de luz. Recuerdo del mar unos oleajes agitados de agua mientras se abren los sentidos para sentir de cerca la sístole y la diástole de la sal marina que envuelve a neptuno, nuestro dios viviente.
El pelícano se traga entero el pez que yo le obsequio con la bondad de rudo pescador.
Vuela, vuela hasta mi bote…
Buenas noches aves marinas que viajáis en mi destino.
Es tarde y los navíos en el puerto han encendidos sus luces de babor y estribor pareciendo árboles navidenos iluminados por guirnaldas .
En los brazos la estrella del sur y a vosotras sirenas del mar dueño de la muerte y los blancos resplandores de la espuma.
Yo soy el compañero del océano y para ustedes viviré todos los siglos, de los siglos de la eternidad...
La vida, a las islas fantásticas a los piratas que pisaron con su patas de palos las costas de Chile.
A los 3 años de edad observe un rojo crepúsculo que se estaba quemando en el horizonte de la playa y me preocupe por el cielo, el aire, el viento.
Pensé que el horizonte se quemaba…y quise llamar a los bomberos, pero gracias a mi madre, quien supo explicarme todo el fenomeno en un solo instante, comprendi que era una obra de nuestro sol .
El cielo ardía como una paja seca , como luces rojas intermitentes , como un montón de carbones encendidos por un solitario pirómano romántico y fausto...
Con mi madre…el mar y un castillo de arena más allá… de las rocas, las ostras submarinas. Y el marino que yo era se volvía algas se volvía arena agua y sal de primavera.
A 100 metros de distancia de los navíos soñaba con ser cocinero de un barco pesquero.
Soñaba despierto con ser un sueño que me llevara de viaje a otro sueño en un velero .
Si este sueño se cumpliera antes de que llegase la muerte ¡Juro! que le rezaría unas plegarias a la virgen sagrada de las sirenas…
A bordo de un navío quiero viajar sin destino aunque sufriera de hambre, de fiebre y de frió.
Que sueño me dice mi tío que no conoce de mares ni de ríos.
Tuve una estrella de mar en mis manos pensé que eran las estrellas fugaces que caían del cielo.
Vi el mar desde una costanera y este era como un espejo , donde podía verme yo mismo como un niño triste…
Adiós…. Adiós… a mi navío con su hélice ,su larga huella de agua de petróleo y de basura que yo sigo hasta que se extingue...
Sed por entender que el mar existe en cada ola que llega a la orilla con vestigios de una fina piedra,
Sed por enterder el mar que existe cuando se viste de noche purificada de agua que azota y azota la costanera.
Sed por ver el océano del futuro.
Ilustración : Siegfried Woldhek

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