
Hoy vivimos en el siglo 21, después de Jesucristo. En nuestras labores nos exigen un máximo de rendimientos tenemos que marchar a más de 80 km/h casi siempre alcanzamos a sentir que nuestra musculatura funciona como un elástico que se pliega, se repliega, se encoge, se infla y se desinfla hasta sufrir dolencias por el esfuerzo. En nuestras faenas debemos dejar atrás a la locomotora, al atleta de los 100 metros planos y superar al hombre nuclear. Pero hay que pensar que todo esto fue y es solo por nuestro error, porque solo a nosotros se nos pudo ocurrir inventar las máquinas y ahora como una cruel ironía somos nosotros mismos los súbditos de ellas…
Esclavos de ellas. Esto deberíamos agradecérselo al señor Henry Ford y compañía a su conocida producción en cadena. Se que no podemos escaparnos de este tremendo disparate y no sabemos porque nos engullimos nuestro ojo anarquista, quizás es por el oficio de poeta, de obrero o profesional que tenemos y que susurra acompañado siempre por nuestra musa, que es un ángel de la guarda que siempre esta jugando en los patios del paraíso. Con barquitos de papel que hace flotar en las nubes negras que muy pronto se convertirán en aguaceros. Se que nos podemos morder la lengua o hacer pedazos las hojas del calendario y no creer en el tiempo porque nos encontramos envejecidos e impotentes, pero igual tratando de vivir pensando que la existencia es solo un carnaval, una ruleta rusa y un sepelio…
Si nos percatamos que el horizonte no tiene límites y es como un cuento que nunca se acaba, también podemos pensar que la música que se baila no se acaba porque es como el viento y un mas allá. Nuestro horizonte nos da ciclos de cálculos de algebra y tareas de astronomía y de física. Nuestro tiempo corre raudo, tan raudo que no lo preciamos tampoco cerca y así nos olvidamos de la vida, de la muerte, de los indígenas, de la paz, de la historia, de las rebeliones, las revoluciones, de los árboles, del silencio, de los firmamentos, de la culpa, de los deseos, de las intimidades, de los derechos humanos, de las independencias y del globo absoluto. El horizonte nos aflige atormentándonos la conciencia, el horizonte nos llena los ojos de hojarascas amarillas. Nosotros no podemos más con el horizonte, que nos barre el corazón hacia lugares que no acudimos en el ayer, en el presente ni en el futuro. Pero reverenciamos el fuego que arde y es luminoso como las caricias de una Geisha. Queremos el polen de las Capullos que nos evocan cuando contemplamos las tardes por nuestras ventanas. Pero también veneramos los pensamientos que yacen llenos de libertades en un cerebro humano, en un delirio, en unas palabras y en unos cantares que soplan activos, capaces de atravesar un campo y los cerros. Apreciamos los pies que se divierten juntos con la arena y el agua del río. Los pies que ciegamente buscan caracoles, los pies finos y blancos como una nube…
Aquellos pies que llevan siglos caminando y que salieron a los patios a mojarse con las bonanzas. Sin embargo los poderes autorizados nos ordenan meter las manos y la conciencia en las llamaradas. Nos ordenan que debemos ser ciudadanos honorables que solo venimos ha buscar nuestro bienestar en la tecnología, en los artefactos domésticos en los amaneceres plenos de smog, en una taza de crema contaminada, en los temblores producidos por las pruebas nucleares. Nos ordenan y nos desordenan todo los tipos de elecciones y de exageraciones consumistas, que son ofrecidos por los libres mercados. Estamos ahora justamente soportando unos terribles gozos de tentaciones que nos esta afectando el hígado y el colon.Nuestras conciencias luchan por pensar que yacemos lejos de los campos santos, los infiernos y San Pedro. Sabemos que no tenemos enormes historias o seducciones para narrarlas a nuestros primogénitos a pesar que en ocasiones la áurea de la lujuria y las perversiones trataron de tentarnos con sus recreaciones y sus orgasmos de pubertades.Pero así y todo un día llegaron a nuestras manos esperanzadas, unas hojeadas ideas que habían sido escritas por nuestros ilustres coterráneas de los siglos 19 y 20. Estos ilustres moradores de un tiempo pasado - que muchos habitantes dijeron que fue mejor- se habían preocupado de dejar en los vergeles de las ideas, los ejemplos de unas casas grandes de campo, de unas escuelas, de unos pasillos largos, de unos corredores y unos techos oxidados que protegían de los aguaceros del mes de julio. Nuestra infancia pasó por ahí inocente, angelical entrando, saliendo jugando, jugando y jugando…
Por ella, hoy, quisiéramos jurar para volver a nuestros pueblos natales a nuestra cuna de nacimiento, a nuestro cariño filial, a la sopa, el pan, la fruta, el florero que nunca falto sobre la mesa. Jurar y volver al pueblo natal donde la lluvia brillo como un diamante y riego los pastos en las lomas, como un acto silvestre de afecto imperecedero. En por eso que la única revolución que nos queda es la de salvar la especie. Desde este concepto idealista deberíamos impulsarnos o proyectarnos hacia un futuro superior pero con que armas si apenas tenemos el apoyo necesario de los grandes empresarios que gobiernan las manos de obras del mundo.Sabemos que la explotación del hombre por el hombre limita el vigor físico y mental, aunque la vida nos haya vestido de ternura y nunca tuvo límites para ofrecerse a nuestros pies. Pero la desgracia; la tortura, la miseria, el engaño viajan y viajan…
Sin detenerse jamás en ningún sitio porque son como unas viajeras empedernidas que gustan llegar de visita de improviso sin golpear las puertas ni las ventanas de nuestros hogares. Ellas llegan y entran como unas reinas de belleza sin saludarnos, para situarse en cualquier lugar, en el espacio más importante de la mesa de nuestro comedor únicamente para aniquilarnos. Allí donde uno come feliz a veces, porque tiene con que reírse y uno saborea el pan que es como un milagro que nace de las manos del panadero…Hoy vivimos en una orgía perpetua. El paganismo se encuentra presente en nuestras instituciones. Volvemos ha marcar nuestro territorio como lo hacen las bestias y lo hicieron los arcaicos trogloditas. Hemos vuelto nuevamente adorar a los dioses de arena, que arribaron de los abismos carentes de metafísica y de Azúcenas.
¿Patriarca, como podrás comunicarte con nosotros si no conoces los teléfonos celulares?
Necesitaras a tus hijos Adán y Eva para poder exponer toda tú obra de la creación o si no el demonio continuara deposiando todos sus vicios sobre nosotros y la basílica de San Pedro. Tu, mi Dios, que ya no duermes en paz… Y ustedes jóvenes e ingenuos soldados del futuro no acudan a la guerra, es mejor ir a un carnaval de primavera.
Necesitaras a tus hijos Adán y Eva para poder exponer toda tú obra de la creación o si no el demonio continuara deposiando todos sus vicios sobre nosotros y la basílica de San Pedro. Tu, mi Dios, que ya no duermes en paz… Y ustedes jóvenes e ingenuos soldados del futuro no acudan a la guerra, es mejor ir a un carnaval de primavera.
Ilustracion: Jan Saudek - http://www.saudek.com

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