mercredi 27 février 2008

Cuentos de Mi Vida


CUENTO:
Margarita & Alejandro
Por Jaime SEREY

A mi abuelo Alejandro Pinto Smith, se lo trago la tierra.
El ultimo día que yo lo vi fue en el año 1958, cuando fue a despedirse de mi mama, la ñatita, como solía llamarla, para después partir a un periplo un viaje aventurero, de donde nunca mas volvió. Mi mama era la mayor de una familia de seis hermanos, que a muy corta edad conocieron el desamparo familiar por quedar huérfanos, una triste historia que haría partir el corazón a cualquiera, los acontecimientos los fui oyendo con los pasos de mis años dichos por mis tías, aunque cuando mi abuelo fue a despedirse tenia seis años y podía darme cuenta de algunos sucesos de la vida. Recuerdo haberlo visto en ese entonces muy optimista dentro de su deteriorado estado físico y mental debido a las consecuencias que siguieron atormentándolos después de la muerte trágica de mi abuela Doña Margarita Figueroa Jorquera, de la cual nunca mas pudo recuperarse haciéndolo llevar incluso hasta la locura, el era alto de un metro ochenta atlético y deportista, había conocido a mi abuela por la parte de mi tío abuelo Edmundo, el los había presentado, pues a ambos les había tocado hacer el servicio Militar en el regimiento Maipo de Valparaíso, mi abuelo venia del exterior del Sur de Chile, donde su familia poseía una maestranza, allí entonces comenzaría con la ayuda de su hermano el romance y ha forjarse sus destinos. Mi abuela Margarita, era una especie de ángel, delicada, fina de bellos ojos verdes portugueses, era de una delicadeza inmensa, aun se conserva en casa de mi mama una fotografía donde yace dulce y vestida de principios de siglo XX, con una mirada triste, como presagiando de ante manos su final sombrío.

Era una pareja que se amo mucho, porque era tanto el amor que mi abuela sentía por mi abuelo, que lo llevaba junto a su pecho en un pequeño corazón de oro de aquellos que se abren por la mitad y uno puede depositar el retrato del ser amado. Así de grande eran los dos amándose. Veo a mi abuelo bañándonos en la tina, secándonos y peinándonos a la gomina a lo Carlos Gardel, para después sentarnos a cada uno de mis hermanos, éramos seis, en una sillas muy bonitas del comedor explicándonos como cocinar los tallarines Carozzi, que los encontrábamos deliciosos con bastante salsa pomarola de la Palma, De verdad tuve pocas ocasiones de verlo, pero las veces que lo divise lo vi como un rey capaz de vencer todas las batallas, el fue bueno para el foot ball y le había regalado a mi mama un galvano que había recibido su equipo por haber ganado un campeonato en la cancha del alejo Barrios del cerro Playa Ancha, del puerto. Este galvano se parecía a la estatua de la libertad. Un día me levanto serian las ocho de la mañana, me encuentro con mi abuelo y el esta echo una calamidad parece un verdadero vagabundo y me cuenta que estuvo a punto de morir ahogado en el canal San Carlos, de Santiago, que estuvo a punto de ser tragado por las torrentosas aguas, que apenas tuvo el tiempo de agarrarse de unas matas que crecen junto al canal y todo aquello por querer orinar.

A mi corta edad no comprendo mucho su hazaña, pero me digo para mi mismo es superman el papa de mi mama. Lo mas triste que escuche hablar de mi abuelo fue cuando me dijeron que lo echaban del cementerio numero dos de Valparaíso, porque quería sacar a mi abuelita de su tumba para llevársela a su casa, él le tiraba piedras a su sepultura tratando de quebrar el mármol de su epitafio, que decia: aquí yacen los restos de una esposa enamorada, que no pudo soportar la corta partida de su amado. Hasta le prohibieron la entrada al camposanto, los guardias se decían cuidado ahí viene el loco que quiere rescatar a su mujer.

A mi abuelo le cerraban las puertas del cementerio, pero saltaba los muros que estaban junto a los ventisqueros caerse al mar no le importaba, lo que le importaba era llevarse a mi abuela a la casa que el había dejado antes de irse a Santiago, para ganar dinero, que alimentara su familia. Ustedes saben lo que era hacerse un aborto a principios de nuestro siglo XX, ¡Oh! Dios mío no se como mi abuela pudo haber tomado aquella determinación con lo rudimentario que era en aquellos tiempos la medicina, en que estaría pensando, pero es comprensible mi abuelo se marcha tratando de buscar nuevos horizontes acababa de cerrar la fabrica donde el era jefe y mecánico, Mi abuela se queda embarazada de meses sola sin nadie que la ayude. Un hijo más sin nadie, mi abuela sola en el mundo, mi abuela con sus bellos ojos verdes sola y sola va al aborto y se muere en su propia sangre aquella sangre que yo tengo en mis venas. Murió mi abuela. El día que llego mí abuelo preguntando por su mujer la familia le dijo que fuera a verla al cementerio número dos de playa ancha...

Desde aquel día mí abuelo se convirtió en un ángel de la locura. No le importo la vida, la familia lo vistió hasta el cansancio desde la camisa hasta los zapatos, pero no hubo caso el amor por su mujer fue mas poderoso que el paraíso. He escrito estos fragmentos llorando en honor a mis abuelos muertos hace mucho tiempo, que solo pude conocer apenas...





Ilustracion: Amadeo Modigliani

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