
Estimado bufón de mi aspecto. Te escribo esta epístola donde te expreso todo mi talento que tu quieres ignorar, porque sabes que yo se mas que tu de retórica y de oscurantismo. En nuestro caso, Edgar Allan Poe, junto a mí mostrando los imperios recónditos de los misterios inauditos del terror y los espantos del alcohol que revuelve la cabeza del Minotauro. Ayer, estuve a punto de excluir algunos cantares míos que hablaban del mutismo y de los muertos en la guerra, únicamente porque se parecían mucho a los tuyos escritos en Madrid, cuando te balearon a la salida de una tertulia de artistas marginales y dramáticos. No se cual es el principio que tanto nos separa en esta vida de violencias y batallas mortales. Sabes que yo soy como tu pariente y que haría nacer mil veces todas las vocales para que tu lira saliera de las zonas de los leprosos, de los hospicios siquiátricos, pintados de gris, el único color de todas las enfermedades y la vejez.
Si tus versos no pueden ser dichos por un atleta, menos podrán ser dichos por un jugador de ajedrez, pero me tienes a mí para que te haga un favor sempiterno. El sabor que deja un verso de absolución es solo comparable al bombón, a la lascivia y a la luz matinal eso si viene solo de ti que te pareces a los ojos caucásicos del deleite. La sombra natural que nace de la euforia de los que van dejando las palabras en cada esquina se iluminara por unos momentos duraderos. Después vendrán los santos de las orquídeas, con toda su belleza exótica a mejorar la calidad del aura que nos rodea. Te invito ha saltar al vació desde un autogiro, para que disfrutemos del vértigo que nos une y nos separa. Icaro y Dedalo, mano a mano a cien kilómetros descendiendo, como un libro de mil paginas creado por una corriente venida de los Apeninos. Nada tenemos que rechazarle al destino, que como un volcán en erupción se ha dedicado ha llenarnos de incandescentes mezclas de sentimientos nuestras entrañas.
Recuerdo a Stefan Zweig, en unos de sus libros El suicida de Petropolis, diciéndonos, que la música clásica nos hacia pulsar accionar la imaginación y que el jazz nos aligeraba las piernas y nos detenía el pensamiento. Me impresiono su carisma de padre de la Europa, intelectual, sabio y propietaria del conocimiento, de una devastada época inconciente del mundo del siglo XX.
Hoy, me retiro abrazándote como un generoso enamorado de tu sangre, de tus maneras esquizofrenias, que yo amo y no puedo olvidar…

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